28 septiembre 2008

ateísmo

De toda la carrera de filosofía, lo que más me impactó fue la filosofía existencial. Sin desmerecer a mentes privilegiadas como Platón (que pensó más allá de su época e incluso más allá de la nuestra), o Nietzsche, o tantos otros, debo decir que encontré mi lugar en esa filosofía que vivía el momento y buscaba aplacar la angustia vital que nos recorre a algunos.
Dentro de ese camino, me encontré con “El mito de Sísifo”, lectura que me impactó porque me sentí en muchas de sus páginas como si leyera todo aquello que yo quise decir y para lo que no encontré nunca palabras. De hecho, como ya habréis pensado, mi blog le debe el nombre a tan célebre escritor, Albert Camús, y a su reveladora metáfora de la vida.
Hace poco encontré otro libro que pensé que iba a cambiarme la vida tal como hizo el precedente. Lamentablemente (y lo digo porque habría sido interesante cambiar de dirección o de “mentor”), no fue así. He disfrutado en gran medida de ese libro, “El alma del ateismo”, de André Comte-Sponville.
Hace un alegato del ateísmo que me ha impactado. Si bien es cierto que no he buscado lagunas en su discurso y me he limitado a disfrutarlo (no comparto el gusto de buscar siempre el “talón de Aquiles” de los discursos ajenos para poder denostarlos o simplemente superarlos). Es un recorrido por todos aquellas pruebas que demuestran la existencia de Dios, a las que le da la vuelta de un modo muy inteligente para que acaben demostrando la posibilidad de su ateismo.
El problema (para mí, por supuesto) es que yo buscaba una respuesta a la angustia vital fuera del misticismo, y en cambio él, en el último capítulo, nos aporta su idea del misticismo del ateo, por el cual nos lleva a algo transcendente sin llegar a trascender ni de él mismo ni de su ateísmo.
Sin duda, sigo quedándome con la angustia de Camus pero, también sin duda, volveré a revisar el texto de Comte-Sponville, dado que es una defensa del ateísmo que me ofrece muchos argumentos a favor de mi existencialismo y mi ateísmo.

PD.: Si por algo me gusta esto del blog (a parte de lo evidente de poder decir al mundo lo que pienso sin obligar a nadie expresamente a oírlo), es que los demás también pueden decirme lo que quieran: En mi entrada “Cicatrices en el alma”, Irene (http://compartirsilencios.blogspot.com/) me recomendó este libro. Ahora es momento de agradecérselo. Un cordial saludo, Irene.

3 comentarios:

Isabel dijo...

A veces pienso que me ha provocado más angustia el hecho de creer(cuando pensaba que creía en algo) que no creer en un ser creador y superior.Me temo que lo que más me angustia,en verdad, es el propio ser humano.Me ha gustado tu reflexión,amiga,Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola, soy dios. Con minúscula porque estoy en horas bajas, pero escribo tan sólo para demostrar mi existencia. No sé qué os habéis creído. Con lo que me costó -después de 400 años de enviar a mi hijo- que se escribiera la biblia, ¿ahora vais a decirme que no existo?

Anónimo dijo...

Si, Isabel. A mi también me angustia el ser humano. Pienso que con tanta capacidad de creación debería dedicarse a crear mundos maravillosos, y no guerras y angustias... Pero, debe ser cierto que somos muy imperfectos.
Un abrazo.

Ya-vés... supongo que la biblia fue un esfuerzo de esos hombres que querían construir mundos maravillosos. Y a veces pienso que todo sería más sencillo si hubiera un dios, con mayúsculas o sin ellas pero con paraíso al final del camino... pero la cuestión es que el único paraíso que podemos tener debemos fabricarlo aquí mismo.
Al menos eso pienso yo, sísifo, con minúscula también porque tampoco estoy en horas muy altas.
Un saludo.