21 febrero 2010

una nuez en el bolsillo

El poeta René Char cuenta la historia siguiente (en su libro Hojas de Hipnos):
Durante la Segunda Guerra mundial, hubo que disponer de un campo para que aterrizaran los aviones ingleses que apoyaban a los partisanos.
Encuentran el suelo apropiado, pero sólo tiene un problema: que se encuentra poblado de árboles.
El campesino al que pertenecía, sólo pone por condición que no se derribe el viejo nogal centenario que se encontraba en él. Pero la condición es imposible de cumplir. El árbol cae.
Los hombres que desentierran la raíz principal advierten que llega hasta la altura del fémur de un guerrero enterrado allí desde la Edad Media.
Había sido sepultado en el siglo XII con su armadura y una nuez en el bolsillo. De esa nuez había nacido el nogal.

Char fue maquis en la Provenza, comandante de la Résistence clandestina, con lo que entiendo que el contexto de la historia debía ser político.

A mi en cambio me sugiere una reflexión humanista, y es que las personas en general necesitamos (seguramente por condición genética) dejar un legado. La mayoría optan por tener hijos (supervivencia de la especie) y otros llevan dicha necesidad al arte o cualquier otro modo de pervivencia de las ideas.
Pero de lo que no solemos darnos cuenta es de que la mayoría, con intención o sin ella, dejamos un legado, porque los que conviven con nosotros se ven influidos por lo que hacemos y por lo que vivimos.
Quiero pensar que cada uno de nosotros deja una nuez en su entorno y que, llegue o no a ser un nogal centenario, seguro que algo cambia en el sustrato de la vida del resto.

4 comentarios:

Núria dijo...

En realidad, el hombre es lo que deja. Es como el poso del café, que una vez acabado deja ver el futuro...
Yendo un poco más allá en el tiempo se me ocurren las "Coplas por la muerte de su padre" de Manrique. Ni su padre fue "nadie" en realidad (aparentemente no hizo nada memorable en vida) ni Manrique tuvo más obra importante que ésa, pero todos lo tenemos presente incluso siglos después.
Yo también espero, Sísifo, que cuando pase el tiempo, alguien piense que hice algo por lo que merezca ser recordada, como un nogal, como una copla.

Anónimo dijo...

Yo no estoy de acuerdo. Creo que el hombre es lo que es siéndolo. Esa piedra que sube y baja absurdamente, y todo el recorrido que realiza durante su vida.
Cuando deja de ser, pasa a existir de otro modo. Pero el futuro no somos nosotros: será otra cosa.
Creo que le pides mucho a la vida si somos "nadie" por no haber hecho algo memorable en la vida.
Tener dos hijas me parece que es el logro más grande al que se puede aspirar: ayudarles a crecer, que se conviertan en personas completas... ese es un trabajo diario que quizá no sea memorable, pero que en tu caso deberías valorar más que un nogal o una copla...
No te rindas, que la vida es más bella a menudo de cómo la vemos!!
Besos memorables. sis.

Isabel dijo...

Pues ahora que leo tu historia recuerdo que cuando tenía unos 8 ó 9 años sembré(porque lo sembraba casi todo jaja) unos huesos de "naranja",o al menos eso pensaba hasta que el árbol creció y dió fruto; resultó ser un limonero...
Pero aún, cuando lo veo, sé que está ahí porque yo un día lo cuidé para que creciera...
Todavía sigue dando limones.:-)

Me gusta saber que ,tal y como dices, nuestros pasos son legados, inconscientes o conscientes, que vamos dejando...
Se me viene a la memoria esta frase:"Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo,hoy todavia, plantaría un árbol".(M.L.King)

Un abrazo,amiga.:-)

Anónimo dijo...

Me gusta mucho tu historia! Qué gran moraleja: uno planta y no siempre sabe lo que acabará creciendo!
La frase de King es de lo más optimista. Yo no sé si tendría tanta fuerza de voluntad, pero me anima ver que otros sí la tienen.
Gracias por tus reflexiones. Un abrazo.