Llevo tiempo sintiéndome bastante “asocial”. Estos días reflexiono mucho sobre eso... En realidad pretendía contestar a un comentario, y me ha salido un post...
La cuestión es que me he dado cuenta de que rechazar el contacto de la gente no ocurre porque “uno es así de asocial”, sino porque se teme tanto no ser aceptado, tanto a que no nos quieran, que algunos pretendemos (inconscientemente) que si nos relacionamos poco tendremos menos riesgo a ser rechazados.
Sin embargo, la gente me demuestra cada día más que la cuestión no es cómo seamos, sino que tengamos ganas de compartirlo, de compartir nuestras virtudes pero también nuestros defectos.
Ayer hablaba con una íntima amiga mía de mis defectos, y los daba tan por hecho que casi me asusté. Me acepta tal y como soy. Eso da cierto vértigo. Pero somos capaces de hablar de ello como lo haríamos de cualquier otro tema. Lo que me ofrece la seguridad de que la amistad es precisamente ser capaz de aceptar al otro sin juzgar ni intentar cambiarle.
Quizá yo debería quererme más a mí misma para comprender que todos tenemos defectos y que, después del intento de reducirlos al mínimo, debe estar el convencimiento de que nos debemos aceptar como somos. Y no escondernos de los demás, sino dejarnos querer tal como debiéramos querernos a nosotros mismos.