26 octubre 2010

ansiedad

Leía en un artículo que “en 1993 casi la mitad de todas las consultas a psiquiatras americanos lo eran por trastorno de ánimo. Y no sólo eso: con ayuda de los medios de comunicación, el Prozac se extendió entre el público como una panacea capaz de arreglar los problemas de la vida, incluso sin estar enfermo. Aquí se centraba parte fundamental del mercado de la Fluoxetina: con la promesa de una personalidad sin problemas y con menos peso, el nuevo psicofármaco despegó más rápido que ningún otro en la historia. En 1994 era el segundo fármaco más vendido en todo el mundo, después del Zantac, un producto para la úlcera de estómago” (González, 2001).

Es alucinante darse cuenta de cómo tener una depresión ha pasado a ser algo de común distribución. Vivimos con ello como si fuera algo normal; aunque, si nos lo miráramos con más detenimiento, nos preguntaríamos: ¿qué nos está pasando?

En pocos días, tres personas de mi entorno han sufrido crisis de ansiedad. Y yo lucho por no ser la cuarta... Lo que me hace pensar que estamos perdiendo el norte. Si estamos tan nerviosos que ni siquiera somos capaces de saber qué nos ocurre, y vamos empeorando hasta que ya no hay solución, ¿no se nos ocurre parar y pensar qué es lo que falla?

Dicen que la palabra crisis, para los japoneses está compuesta por dos términos: peligro y oportunidad. Nosotros deberíamos evocar eso mismo al escuchar ciertas palabras como depresión o ansiedad. Son dos de los grandes males del siglo XXI. Y creo que en parte es porque estamos dejando de vivir, dejando de disfrutar la vida, permanentemente pendientes de los problemas económicos, laborales, etc.
Pero también porque el mundo capitalista nos ha contado que la vida debe ser fácil, que las preocupaciones no deberían existir (y que si aún así existen... ¡ya hay fármacos que arreglen eso!).
Nos quejamos de que los adolescentes de ahora no tienen valores, ni motivos para hacer las revoluciones de antaño, pero ¿qué pensarían de nosotros aquellos que pasaron guerras o revoluciones? Pensarían que la humanidad (al menos la que nosotros representamos, la del “primer mundo”) se está volviendo frágil, que no aguanta los vaivenes de la vida... y puede que tuvieran razón...


Imagen: Ansiedad. Edvard Munch (1894)
Texto: Concepto actual de locura y las nuevas formas de tratamiento. Enrique González Duro (2001). (Se puede encontrar en:
http://lafelicidadradicaantetodoenlasalud.blogspot.com/2007/08/concepto-actual-de-locura-y-las-nuevas.html)

24 octubre 2010

¿a qué huelen las cosas?

He descubierto que tengo pésimo sentido del olfato. Es más, creo que en general nuestra sociedad está dejando que ese sentido se atrofie cada día más.
Todo empezó con un mini-curso de cata de vinos. ¿A qué huele un vino? Pues parece ser que a un montón de cosas que yo me estoy perdiendo.
Pero si seguimos más allá... a qué huele la mermelada de fresa, o la mantequilla, o las judías verdes... así hasta 8 recipientes en los que nos dieron a oler 8 cosas cotidianas, que en cuanto uno las ve las reconoce a la primera, pero que entre 17 personas no fuimos capaces de acertar...
Si no somos capaces de reconocer los olores más cotidianos, ¿cómo íbamos a ser capaces de reconocer esos olores en cantidades mucho más pequeñas dentro de una copa de vino?
Me propuse detenerme un poco en las cosas cotidianas y ser capaz de dedicarle unos instantes al olor que tienen. De momento he sido incapaz: han pasado dos semanas desde que lo pensé y no ha habido manera... vivimos demasiado rápido.
Pero ahí está: el propósito que espero cumplir en algún momento: detenerme un poco más con las cosas porque, seguramente, el olor es sólo una parte de lo que me estoy perdiendo de la vida.