Ayer me pasó una cosa curiosa que me hizo reflexionar sobre el modo en que vivimos la vida y, especialmente, el modo en que quiero vivirla a partir de ahora. De hecho, podría considerarse que fueron dos sucesos, pero tan unidos que... bueno, lo explico y que cada uno reflexione a su gusto.
El caso es que me fui a una tienda de una cadena de estas de electrodomésticos que te venden todo tipo de aparatos. Yo necesitaba unos auriculares y allí estaba: delante de un aparador donde había un número mucho mayor del que hubiera esperado. De pronto, me vi con dos altamente similares, uno en cada mano, intentando decidir cuál era mejor (sin tener, por supuesto, la más mínima idea).
Se me acercó un señor muy amable (uno de los asistentes de la tienda) a preguntar si necesitaba ayuda y me auxilió ante mi disyuntiva.
También me ayudó a elegir un cargador de coche y, una vez que le di las gracias y me alejé pensando en lo amable que había sido, llegué a la caja donde la cajera intentaba entenderse con un cliente de habla inglesa.
El señor hablaba a toda velocidad y ella no entendía nada. Me preguntó si hablo inglés y mientras le explicaba que mi conocimiento del ingles era de 0,1 el cliente (que no entendía lo que nos decíamos) me explica (a la misma velocidad) el mismo rollo que le había contado a ella.
Yo no entendía nada. Pero entre la expresión del señor, lo que me contaba y lo que deduje de la situación utilicé un par de las palabras que usó él para explicarle que el dinero que la tienda le debía de la devolución de un artículo se lo abonarían en cuenta.
El señor me entendió y la cajera me miró agradecidísima porque ya no sabía donde meterse.
Entre unos y otros me alegraron el día. Estaba tan contenta de que me hubieran ayudado y tan contenta de haber podido ayudar que salí de allí satisfecha de la vida.
Entonces recordé la película de “Cadena de favores” y pensé... ¿tanto cuesta? Para ser altruista no es necesario apuntarse a una ONG ni dar grandes donativos si no se puede. A veces basta con ayudar a la persona que tienes al lado.
Y, encima, ¡te alegra el día!
17 enero 2014
14 enero 2014
sólo viviendo
Voy a ser madre. Creo que por muchas veces que lo diga en voz alta no me lo llego a creer... ¿no conseguiré asumirlo hasta que la vea?
Mi hermano suele decir que la naturaleza es sabia y te da 9 meses para que te vayas haciendo a la idea. Siempre pensé que lo decía por los padres, pero ahora me doy cuenta de que las madres también pasan lo suyo...
La verdad es que cuando la vi en la ecografía de las 15 semanas fue la primera vez que me tomé en serio el tema. Parece muy frívolo decirlo así, pero es cierto que hasta aquel momento sólo había sido un montón de células que crecían.
Aún no soy capaz de buscarle un nombre. Ni de ponerme a arreglar su habitación. Ni siquiera puedo hacer planes de futuro y pensar qué será de nosotras cuando nazca. Pero creo que ya empiezo a ser madre porque cuando oigo (ya sea en las noticias, en una película, etc.) que un padre o una madre sufren por sus hijos yo sufro por la mía incluso sin ser capaz de sentir que lo soy...
Durante mucho tiempo pensé que mi vida no era lo que yo había elegido. Pero ahora me doy cuenta de que nunca tomé una decisión sobre qué quería que fuera, por lo que no puedo sentirme decepcionada.
Precisamente, lo que ahora cambia es que, por primera vez, sí me siento protagonista de una historia que elijo yo; que quiero elegir yo. Sin dolerme por un pasado que me perseguía ni por un futuro que no parecía que llegara. Sin dormir intentando olvidar el presente. Sólo viviendo.
Porque siento una ilusión que no había sentido nunca. Porque sé que, aunque será duro, será divertido, será apasionante... viviré y lo haré a pleno pulmón. Y, con suerte, no podré volver a arrepentirme de aquello que no hice o que no pensé en hacer.
Mi hermano suele decir que la naturaleza es sabia y te da 9 meses para que te vayas haciendo a la idea. Siempre pensé que lo decía por los padres, pero ahora me doy cuenta de que las madres también pasan lo suyo...
La verdad es que cuando la vi en la ecografía de las 15 semanas fue la primera vez que me tomé en serio el tema. Parece muy frívolo decirlo así, pero es cierto que hasta aquel momento sólo había sido un montón de células que crecían.
Aún no soy capaz de buscarle un nombre. Ni de ponerme a arreglar su habitación. Ni siquiera puedo hacer planes de futuro y pensar qué será de nosotras cuando nazca. Pero creo que ya empiezo a ser madre porque cuando oigo (ya sea en las noticias, en una película, etc.) que un padre o una madre sufren por sus hijos yo sufro por la mía incluso sin ser capaz de sentir que lo soy...
Durante mucho tiempo pensé que mi vida no era lo que yo había elegido. Pero ahora me doy cuenta de que nunca tomé una decisión sobre qué quería que fuera, por lo que no puedo sentirme decepcionada.
Precisamente, lo que ahora cambia es que, por primera vez, sí me siento protagonista de una historia que elijo yo; que quiero elegir yo. Sin dolerme por un pasado que me perseguía ni por un futuro que no parecía que llegara. Sin dormir intentando olvidar el presente. Sólo viviendo.
Porque siento una ilusión que no había sentido nunca. Porque sé que, aunque será duro, será divertido, será apasionante... viviré y lo haré a pleno pulmón. Y, con suerte, no podré volver a arrepentirme de aquello que no hice o que no pensé en hacer.
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