El sábado, en un concierto a dúo guitarra y voz, Carles Soriano y su padre Carlos Soriano me recordaron que no hay ningún modo mejor para escuchar música que escucharla en directo. Pero, por si eso fuera poco, hicieron un mini-recital, intercalando música, canción y poesía que fue digno de alabanza.
Viendo allí al cantante, en la soledad del escenario, sólo con su guitarra y su cañón de luz, pensaba en lo curioso que era la soledad que debe pasar el músico en ese momento cuando al otro lado, en el resto de la sala, todos nos sentíamos acompañados por esas melodías. Podría decirse incluso que en aquel momento todos estábamos solos: todos desconectados unos de otros, pendientes de aquellas notas y aquellas voces. Pero, sin duda, todos acompañados porque formábamos una totalidad que escucha y atiende.
Ya lo dijo él (me limito a sumarme a la reivindicación) que es cierto que en Mataró, (como supongo que pasará en el resto de ciudades), no están aprovechando la calidad de los artistas que nacen en su seno y que, si se fueran al extranjero y triunfaran allí (como tantas veces pasa), quizá vendrían como “profetas a su tierra”.
Ojalá empiece a darse más importancia a la cultura, como mínimo la misma importancia que se le da a otras cosas más nimias, y que la gente pueda disfrutar, como disfruté yo, de la música de calidad y en directo.
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