Hace pocos días murió alguien a quien yo quería como a una hermana.
Quizá debería decir quiero (y no quería): debo hacerme consciente de que la muerte no me podrá quitar eso, porque la seguiré queriendo, aunque la eche de menos cada día en las cosas más cotidianas.
Era una persona que se reía todo el tiempo, y que disfrutaba de reír con los demás... Hoy paseaba por la ciudad y me daba cuenta de tantas cosas que habíamos hecho juntas.
Mi realidad es muy triste desde hace pocos días.
El tiempo pasa lento desde entonces.
Pero, aunque creo que aún no me he hecho consciente de lo que ha ocurrido, sí que puedo decir que ella, al irse, me ha enseñado una lección valiosa: nunca vi más gente en un entierro; nunca vi nadie a quien tanta gente quisiera honrar y despedir... con lo insegura que era a veces (como todos, supongo), le habría encantado vernos a todos allí, sabiéndose querida por tanta gente.
Viendo nuestra vida como una historia que no se cierra hasta que no concluye, veo la suya como la de alguien que no dejó de luchar nunca por reír, por disfrutar, por vivir.
El destino es cruel; hace poco escribía que “nunca andamos solos” y hoy en cambio me siento más sola que nunca...
Mi realidad es muy triste desde hace pocos días.
2 comentarios:
Pues agárrate, porque la sensación de ausencia creo que va a ir in crescendo durante un tiempo...
Los días siguientes al entierro, recordaba cosas de ella, de ella con él. No es que yo haya compartido mucho con ellos, pero por alguna causa, hay personas a las que quieres en seguida. Recordaba en su despedida de solteros, que me pedía que imitase a Rafaela Carrá. Cómo se reía. Recordaba también un par de carnavales que vinieron a casa y luego salimos por ahí disfrazados. Me di cuenta de que esos tiempos no volverían, pero también pensé que tuve suerte de haber compartido esos momentos.
Tengo que llamarlo y quedar. Soy tan asocial... pero lo haré...
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