11 junio 2011

Me encanta este cuadro:
Desesperado.
Autorretrato de Gustave Courbet (1844-1845). Pertenece al realismo y tuve ocasión de verlo en una exposición en Barcelona.
La reproducción no hace justicia al original. Pero era el único modo de traerlo aquí.
El nombre sí le hace justicia. Lo que desconozco es cuántas horas debió pasarse Courbet mirándose al espejo para plasmarlo con tanta riqueza… ni el caudal de sentimientos que debieron provocar dicha expresión…

09 junio 2011

pudor

Hace unos días me encontré con una amiga de mis padres. Le pregunte como le iba, preparándome para una conversación insulsa sobre la cotidianeidad... Pero me sorprendió al decirme que estaba luchando por intentar cada día no agobiarse por pequeñas cosas, no sufrir por tonterías y, así, conseguir ser más feliz.
De pronto, me sobrevino un pudor extraño: sentía como que me estuviera hablando de algo tan íntimo que fuera de mala educación traerlo a colación en una conversación que yo preveía insulsa... Tanto que me impidió decirle que yo estaba en lo mismo.
No sé bien qué debería concluir de esto… ¿que no me atrevo a hablar de mis sentimientos con otra persona o que en general estamos tan acostumbrados a no hablar de nosotros que nos sorprende que alguien lo haga con naturalidad?
Escuché comentar en la radio un estudio del Instituto Vasco de Estadística del que se deduce que buena parte de la sociedad no tiene ni un amigo con quien compartir su vida… ¿qué le pasa a la sociedad?, ¿qué nos pasa a todos? Quizá deberíamos ir, como el hombre de hojalata, a buscar nuestro corazón a Oz…

07 junio 2011

el inexorable paso del tiempo

Hace seis años que estoy estudiando una licenciatura. Yo ya cursé mis estudios en su momento; pero el ser una adolescente perezosa y con pocas ganas de estudiar hizo que no pudiera optar por la que quería cursar, de modo que años más tarde decidí que nunca es tarde y empecé de nuevo... hace seis años de eso!
Ahora empiezo a verle el final a esa carrera (nunca mejor dicho); de momento porque he acabado el curso y, a falta de algunos exámenes presenciales, ya estoy un poco relajada.
El caso es que el sábado pasado fue la primera vez que podía ir a cenar con una amiga tranquilamente, sin pensar que la mañana siguiente debería madrugar para estudiar… Y lo que veía desde mi posición en el restaurante era esto (no pude resistir hacer una foto, aunque sea de mala calidad):
Eso provocó que me pasara la cena pensando en “el inexorable paso del tiempo”.
Para colmo, en el restaurante había mucho ruido, casi no oía nada, con lo que no pude relajarme demasiado…. Eso de gritar para que me oigan (aunque en mi familia me digan constantemente que grito mucho) ¡no me gusta nada! De hecho, al empezar la cena recordé que era por eso por lo que no frecuentaba aquel restaurante (a pesar de que tienen una buena cocina).
El tiempo… se dice que cuando nos hacemos mayores el tiempo pasa más deprisa. Yo creo que en realidad es culpa de que cuanto más mayores nos hacemos más nos empeñamos en hacer al día más cosas de las que realmente caben en 24 horas. De modo que no recuerdo ni lo que comí ayer porque desde entonces ¡han pasado tantas vidas….!
Lo más curioso es que andaba pensando en eso cuando me crucé unos mails con un compañero de facultad cuya firma reza:
Siempre creemos que va a haber más tiempo... hasta que se acaba.
¡No creo que se pueda añadir más!