Hace unos días me encontré con una amiga de mis padres. Le pregunte como le iba, preparándome para una conversación insulsa sobre la cotidianeidad... Pero me sorprendió al decirme que estaba luchando por intentar cada día no agobiarse por pequeñas cosas, no sufrir por tonterías y, así, conseguir ser más feliz.
De pronto, me sobrevino un pudor extraño: sentía como que me estuviera hablando de algo tan íntimo que fuera de mala educación traerlo a colación en una conversación que yo preveía insulsa... Tanto que me impidió decirle que yo estaba en lo mismo.
No sé bien qué debería concluir de esto… ¿que no me atrevo a hablar de mis sentimientos con otra persona o que en general estamos tan acostumbrados a no hablar de nosotros que nos sorprende que alguien lo haga con naturalidad?
Escuché comentar en la radio un estudio del Instituto Vasco de Estadística del que se deduce que buena parte de la sociedad no tiene ni un amigo con quien compartir su vida… ¿qué le pasa a la sociedad?, ¿qué nos pasa a todos? Quizá deberíamos ir, como el hombre de hojalata, a buscar nuestro corazón a Oz…
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