Hay lecturas que apasionan. Otras que hacen que cambie tu forma de ver la vida. Martes con mi viejo profesor* es una de éstas.
Creo que ni siquiera sé bien hasta qué punto me afecta lo que cuenta, pero sé que de algún modo lo hace:
No es la única lectura que me ha hecho pensar (más adelante contaré sobre otras lecturas recientes), pero sí creo que es un libro honesto que puede realmente plantear cosas sencillas como las relaciones que vivimos con los demás.
Supongo que todo el mundo ha pensado alguna vez en la muerte. Pensamos más o menos en serio en función de cómo nos encontramos, de cómo vivimos... y de cuán capaces somos de asumir el hecho de que un día desapareceremos de la faz de la tierra.
Si se es ateo y no se confía en nada posterior, si se cree que la vida no es más que esto y que lo otro sólo será un nuevo túnel al que volver (el mismo del que vinimos) no es demasiado agradable pensar en cuál será el fin de nuestros días.
Pero se puede encontrar el relato sobre la muerte de Morrie Schwartz y se puede reflexionar sobre ello... Como lo hace Mitch Albom. Parece que a él le cambió la vida su relación con su viejo profesor. Quizá a muchos les cambió también leerlo.
Yo aún estoy algo conmovida y algo escéptica. No es la primera vez que me doy cuenta de que la vida es muy corta. Pero lo que él transmite no es sólo eso sino que, además, lo único que tenemos es el amor de los vecinos, las relaciones humanas, el cariño de los otros.
Se debe escuchar. Se debe compartir. Se debe olvidar lo complicado que es transmitir los sentimientos propios y aceptar los de los demás. En fin, se debe vivir plenamente en relación con las personas que nos rodean y nos conviven.
Porque la vida es corta, quizá no habrá un mañana para hacer lo que postergamos; y, en el fondo, lo sabemos aunque no hagamos nada porque asumirlo sería aún más complicado que intentar olvidarlo...
*Martes con mi viejo profesor. (1997). Mitch Albom