
Me preguntaba por qué y no supe responder. Pero me temo que, como suele ser habitual en mi vida, el miedo era la respuesta. Creo que temía tanto que le pasara algo y no llegara a fin que no era capaz de contar nada. Solo habría sido capaz de hablar sobre eso y era lo último que quería hacer.... sacarlo de mí, decirlo en voz alta...
Un embarazo es algo extraño: el cuerpo de la mujer se convierte en un receptáculo. Ya no es ella misma, sino un albergue.
Acostumbrada a ser yo (siempre yo, casi nunca un nosotros), pensar que era real, que llevaba dentro de mi una vida que por siempre iba a estar ligada a la mía me resultó algo complicado de asimilar.
Curioso, cuando estuve tantos meses buscándola; cuando había sido un proyecto elegido.
Quizá también había una parte de responsabilidad. De saber que debía cuidar de dos y que en el momento de nacer cambiaría mi vida para siempre.
Lo curioso es que, una vez nacida, vuelvo a ser yo: Ya no siento tanta responsabilidad. Al contrario de lo que resultaría lógico (sentir más responsabilidad con ella) estoy algo más libre (agotada, pero libre).
En fin: hace poco más de un mes, el 1 de junio, ha empezado mi nueva vida. Nuestra nueva vida.
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