27 febrero 2008

cicatrices en el alma

Dicen que el tiempo cura las heridas, no estoy de acuerdo, las heridas perduran.
Con el tiempo la mente, para proteger su cordura, las cubre con cicatrices y el dolor se atenúa, pero nunca desaparecen.

Rose Kennedy


Somos una especie de contenedor, que va acumulando experiencias. Somos todo aquello que nos ha pasado en la vida. Pero es cierto que lo malo tendemos a esconderlo, a cubrirlo bajo una capa de olvido, intentando que no nos afecte. Pensamos que, si lo ocultamos suficientemente, podremos seguir viviendo como si nunca hubiera ocurrido. Como si nunca nos hubieran hecho daño... como si nunca pudieran volver a hacérnoslo.
Sin embargo, es cierto que el dolor deja cicatrices. Muchas de ellas nos marcarán la existencia mientras vivamos. Aunque hagamos como si no estuvieran, ellas nos recordarán (como hacen los doloridos huesos cuando va a llover) que somos frágiles.
Lamentablemente, algunas veces esas cicatrices consiguen que no nos sintamos bien con nosotros mismos o con los demás; que no confiemos en los otros, temiendo que vuelvan a dañarnos. Pueden hacernos reservados, temerosos, o simplemente (en el mejor de los casos) precavidos.
Quizá deberíamos encontrar el modo de hacer cirugía reparadora y perder de vista esas cicatrices... pero, no pudiendo, ojalá sólo sirvan para prevenirnos de los abismos que nos esperan en el futuro, y no nos empañen los paraísos haciéndonos creer que son simples espejismos.

8 comentarios:

Eva dijo...

Es inevitable padecerlas. No podemos pasar por la vida sin arrugarnos, ni mancharnos. Vivir requiere un precio que a menudo, se paga con lágrimas. Tendemos a positivizarlo disfrazándolo de experiencia, otra palabra mágica nos sirve de consuelo en el mejor de los casos.

Creo tras un dolor muy intenso nunca nos recobramos plenamente. Es como perder la inocencia. Los daños peores son los que sufren en la infancia, los cinco primeros años de la vida son los que marcan el resto de la existencia. Luego nos ponemos parches y vamos tirando, pero es inevitable que en cierto momento las vendas se caigan y nos enfrentemos a las heridas, algunas cicatrizadas, otras aún latentes.

Me gusta la cita de Rose Kennedy, mujer de raza que ha sentido la desgracia muy cercana. Hoy te dejo yo otra de ella ( dice mucho de su caracter); cita que curiosamente siempre tengo presente y recurro a ella en momentos de bajón, incluso me la sé de memoria. Es una traducción improvisada algo chapucera del inglés, pero creo que se entiende: "No siempre podemos entender los caminos de Dios Todo Poderoso, las desgracias que nos envia, los sacrificios que nos pide. Pero conocemos su enorme bondad y su amor, y continuaremos siempre sin recreearnos en el dolor del pasado, sin mirar atrás, sino que seguiremos hacia delante con valentía"

Un saludo.

Pd: Un placer tu visita a mi blog.

Anónimo dijo...

Me gusta la cita que me regalas. Aunque no creo en Dios ni en nada transcendente, el contenido de las palabras de Rose me gusta. Tendré que buscar algo más de ella.
Por otro lado, yo creo (al menos así fue mi experiencia), que los años que más marcan son los de la adolescencia, años en que uno se forma un carácter y una personalidad, y en los que está totalmente influenciado por el resto de personas con quienes convive... son años de desorientación que me marcaron mucho el futuro!
Por otro lado, y seguimos con las citas, esta vez te dejo una de Lewis Carrol. Va en consonancia también con las inquietudes que manifiestas en tu blog:

-Entonces no importa hacia qué lado marches– dijo el Gato.
-Siempre que llegue a alguna parte– agregó Alicia como aclaración.
-Oh! Seguro que llegarás...- dijo el Gato -... con que marches el tiempo suficiente.-

Anónimo dijo...

Yo era creyente, ahora rozo peligrosamente el ateismo pero recurro a la cita frecuentemente porque me impresiona la fuerza que encierran sus palabras (está extraída de la declaración pública que hizo tras el asesinato de uno de sus hijos, no recuerdo si John o Robert), me alegro que te gustara porque tenía serias dudas sobre si era adecuada o no.

Gracias por la otra, adoro Alicia en el País de las Maravillas.

José Luis dijo...

Si me permitís ejercer de letrado de Mefistófeles, a todo lo que comentáis de pintar de experiencia el dolor, cicatrices que te marcan para siempre, etc., yo diría que hay mucho de carga católicojudeocristiana en todo ello. En occidente asumimos mal los errores, los solemos tomar como fracasos en lugar de verlos como enseñanzas. Por otro lado sentimos los desamores y las traiciones como ataques a nuestro ego, en lugar de entenderlos como caminos que no nos han llevado a ninguna parte, pero siendo conscientes de que estamos caminando, que es lo verdaderamente importante, si es que amamos la vida, claro. De percibir las malas experiencias de esta otra manera, entienden más los dogmas espirituales orientales. En eso nos llevan ventaja.

Saludos!.

Anónimo dijo...

Bueno, yo nunca lo he mirado (creo) desde la parte del orgullo, porque nunca he tenido ese defecto... sí otros como sentirme más vulnerable de lo necesario, por ejemplo, que es lo que yo quería transmitir. Estoy de acuerdo en lo de la visión judeocristiana: ya lo decía Nietzsche en su teoría del superhombre, tenemos que superar esa dicotomía para llegar a estar más allá del bien y del mal, para poder tomar las propias decisiones si vernos afectados por una historia y un pensamiento que quizá no hace más que empañar lo que vivimos... pero esa era otra reflexión. Yo sólo estaba hablando del dolor, y de cómo te marca. Sin perder de vista que, precisamente, ese dolor nos ha hecho quienes somos, como también las alegrías y los sueños.
Besos a todos, sis.

Anónimo dijo...

Buenas noches, me gusta pensar que las heridas se conviertan en cicatrices, lo malo, sería que quedaran heridas mal curadas, así que pienso que es posible que se requiera un tiempo de gasa y pomadas, pero luego, aire, aire..., que cicatrice.
Os recomiendo mucho, mucho, si no lo habeis leído ya, El alma del ateísmo, de André Compte Sponville.
Encantada de conoceros
Irene

Sandra Sánchez dijo...

Estoy completamente de acuerdo con la cita de Rose Kennedy. La heridas no curan del todo , si eso fuese así querría decir que todo aquello que nos hiere sería olvidado y yo creo , por lo menos desde mi experiencia con algunas heridas importantes, que nada se olvida; el tiempo tiene esa facultad de suavizar es cierto, pero nunca de reparar del todo. Yo hay heridas que las tengo muy abiertas, otras ya tienen una buena cicatriz, pero es precisamente esa cicatriz la que me recuerda la herida y de vez en cuando todavía hasta duele...porque sí somos nuestras experiencias buenas y malas, son las que nos van haciendo la persona que somos.
(Interesantísimos el resto de comentarios).

Anónimo dijo...

A veces, cuando ocultamos suficientemente alguna mala experiencia, lo que involuntariamente estamos provocando es que esa mala experiencia se repita. Incluso sobre otros. Incluso sobre los más vulnerables e indefensos. El dilema es elegir entre lo malo y lo peor. Ante esos silencios, siempre comprensión. Ante esos posibles efectos, prevención. Aún estamos a tiempo de evitar más dolor. Evitémoslo. Actuemos con amor, pero actuemos.