Hoy, para romper la rutina (y porque formo parte de esa minoría que no corría a casa o al bar a ver el partido contra Alemania) he asistido a una tertulia que hacían en la biblioteca sobre Albert Camus. Concretamente, sobre La caída.
He aprendido mucho. Comparto la opinión de uno de los asistentes, en relación a que es complicado encontrar a gente que lea Camus. No es un autor fácil, a parte de que la filosofía nunca lo es. De hecho, es complicado conocer gente que se interese por la filosofía en cualquiera de sus formas.El que aportaba este pensamiento es un profesor de filosofía que hizo su tesis sobre Camús y aportaba gran cantidad de datos biográficos e históricos que ayudan mucho a entenderle.
Pero, sobretodo, una idea me ha gustado por encima del resto. Y es la que transmite Camus en La Caída de que la culpa es inherente al género humano, tenemos que vivir con la culpa y a menudo lo que nos diferencia es lo que hagamos con ella. Estando los que la rechazan diciendo que “no va con ellos” o los que la asumen, como Camus, que decide que hay que vivir levantando la piedra por la ladera.
Es una culpa alejada de la religión (Camús era ateo). Una culpa que nos une como humanos y que provoca que nos relacionemos, dado que todos somos culpables, y un modo de vivir con la culpa es compartirla.
Yo no comparto del todo esa idea, pero sí creo que la debilidad del ser humano, sea cual fuere (la culpa, el absurdo de una vida sin sentido, la espera de otra vida) es lo que hace que nos relacionemos. Tanto como el amor, que también es un gran motivo de relación (ya para darlo, ya para recibirlo).
Sin duda, la piedra de toque del ser humano es que debe con-vivir. Está condenado a ello, o a penar si elige no hacerlo.
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