Dos años después de dejar de trabajar, me da por reflexionar
sobre mi papel en la empresa, y saco conclusiones de las que nunca fui
consciente.
Trabajaba para una empresa de seguros. Fui comercial muchos
años, y otros tantos dirigí una oficina con personas y otras oficinas a mi cargo.
Y durante todo ese tiempo dije (y pensaba que con razón) que el ser mujer no
había influido en mi trabajo.
Pero, al mirarlo con distancia y perspectiva, me doy cuenta
de que durante todos esos años no dejé de preocuparme por mi aspecto y mi
manera de relacionarme. Tenía que vestir bien, tenía que ser siempre simpática
y sociable…
En cambio, mis compañeros no se preocupaban en absoluto por
eso: Se ponían el traje (creo que la mayoría solo tiene uno o dos), una camisa
y corbata a juego y, si tenían un día de esos en los que no tienen ganas de
hablar con nadie, intentaban reducir sus contactos sociales al mínimo.
En cambio, nosotras teníamos que estar siempre “perfectas
para la ocasión”. Debemos dejarnos besar por los otros 20 compañeros en una
reunión (cuando ellos se dan la mano o a veces ni eso), tenemos que ser
sociables y no podemos fallar ni una vez, porque de lo contrario se nos
recordará sólo por eso.
Y, lo peor, que estos micromachismos ¡no los vemos ni
nosotras mismas!!
Estuve en reuniones con los presidentes de la compañía (20
años dan para conocer a varios) y en todas las ocasiones “me escogieron” para
comer en su mesa. Y en todas tuve que pensar ¿estoy aquí porque creen que tengo
algo que aportar, o sólo soy mujer florero?
También cuando me ascendieron tuve que soportar que muchos
me miraran como si hubiera hecho algún “favor” para conseguirlo. Pero a ninguno
de mis compañeros les cuestionaron así. Ellos ascienden siempre “porque lo
merecen”. Nosotras tenemos que demostrarlo cada día para que no piensen que
estamos por la cuota o porque le hemos caído bien a alguien.
La sociedad está cambiando. Yo misma soy consciente del cambio
que ha sufrido mi empresa, que ha pasado de ser mayoritariamente de hombres a
ir dejando paso a las mujeres. Pero estos cambios son tan lentos que a veces
hasta cuesta verlos.
Y, lo peor, tenemos tan asumida esta realidad que, hasta que
no salimos de ese bucle y lo vemos con distancia, nosotras mismas no nos damos
cuenta del trato diferencial que recibimos o que nosotras mismas nos imponemos.
Estoy segura de que la normalidad acabará llegando.
Mientras, tendremos que estar atentas para detectar los micromachismos que
hemos aceptado sin darnos cuenta y ser capaces de analizar la realidad con
distancia y ecuanimidad.
Edito unos
días después de escribirlo (antes de publicarlo) para añadir una cosa:
Escuchando
una entrevista con Emma Vallespinós, que ha escrito un libro titulado "No
lo haré bien", me doy cuenta de otra cosa que no había tenido en cuenta...
mi Síndrome de la Impostora.
Fui
consciente plenamente del “síndrome” cuando leí una entrevista con Dani Martín
en la que explicaba cómo se sentía "poco merecedor de su éxito" y
pensé "mira, lo mismo que me ha pasado siempre a mí".
Pero, al
escuchar a Emma, me doy cuenta de que no soy yo sola. De que somos muchas LAS
noloharebienistas y que, probablemente, sea otro de los resultados del
Patriarcado...
En fin, ya
me he pedido el libro, así que os contaré más cuando lo haya leído.
Aquí os dejo
las dos referencias:
Emma
Vallespinós en La Ventana de La Ser
Qué
es el síndrome del impostor que sufre Dani Martín y qué hay detrás